viernes, 11 de enero de 2019

Sorpresa inesperada


Hola Magüy querida, ya estamos en 2019, !el tiempo sigue pasando en un pis-pas!, y aquí estamos de nuevo, encarando un nuevo año, con nuevos propósitos, o renovando antiguos que quedaron aparcados.

Este año, como sabes, hemos vuelto a pasar la Navidad en una casa rural, en Bullas, bueno, en Bullas, Bullas, no, a ocho km. en mitad del monte, que, aunque ha hecho buen tiempo, al caer el sol hacía una rasca que no veas. Hemos pasado unos días genial, solo faltó Miguelillo, que por trabajo no pudo venir de Andorra, y a ti no te pongo falta porque fue como si estuvieras entre la barahunda familiar.


Ha sido un gustazo ver a todos los primos disfrutando unos de otros sin solución de continuidad, las charletas animadas por todas partes, los cambios continuos de interlocutores, los ratitos para la guitarra, las sistecillas de la Abu que se portó como una jabata, la chimenea que dio mucho juego, los reputados cocineros con las migas, los pavos rellenos, y demás aportaciones, como la de tu madre y sus papas arrugás que se trajo en la maleta desde Tenerife. Tinichi ha sido el rey del café cargado y las tostadas, y ¡hasta se atrevió con un bizcocho de chocolate! La cervecita de Yayo también ha tenido su incidencia en el ambiente festivo que se creó. Te digo que envió cerveza como para llenar media piscina, y  a los dos días tuvo que reponer porque se acababa. Y entre tu y yo, la que mejor, mejor se lo ha pasado, ha sido Maricar, que desde que le cambiaron el cuentakilómetros, parece el conejito de Duracell. Solo te digo que una tarde me la encontré en el cuarto de las niñas a gatas encima de una cama, haciéndolas todas. Como también vino Clarita, pusimos un árbol y el amigo invisible se convirtió en Papá Noel, y ella en su duende repartiendo los regalos, ¡unas risas!

Bueno, pues eso, que muy bien la Navidad en Bullas, que como tenía un cielo tan oscuro y se veían las estrellas de maravilla, por las noches, aunque fuera un momentito, por el frío, todos, en algún momento, nos asomábamos al porche y mirábamos al cielo buscándote en su inmensidad.


¡Ah!, oye, que yo te escribía también para otra cosa: resulta que, no recuerdo cuando, hice una copia de todas las fotos que la Abu tenía en su cámara, esa que cada vez que aparecíamos alguno sacaba para inmortalizar el momento. Pues hoy, que me he quedado en casa porque tengo un trancazo estupendo, poniendo un poco de orden en mis cosas, me las he encontrado, con la agradable sorpresa de verte en algunas de ellas, así que, les he dado un repasillo, y aquí que las coloco para que no estén solo en un rincón de una carpeta, de otra carpeta, en un ordenador.

Que te quiero, sobri. Un besazo.