jueves, 13 de noviembre de 2025

La Pataleta

 

Un día cualquiera que regreso a casa en el coche, me encuentro otro obstaculizando el vado de entrada al garaje. No pasa nada, seguro que es un cliente de la carnicería y sale cuando me vea. Pues no; estará muy embebido en sus cosas y no se da cuenta. Tras unos prudentes minutos de espera, paso a la segunda fase, la del conductor molesto que hace sonar el claxon para que el usuario se de por aludido y retire el vehículo.

Nanay, varias pitorradas después, algunos coches ya en cola para pasar por donde estoy taponando y unos cuantos vecinos asomados a sus balcones, el conductor sigue sin dar señales de vida. La cosa se empieza a tornar un tanto molesta para todos, menos para los vecinos entretenidos en sus balcones. Se me acerca un bienhechor y entendiendo mi cabreo in crescendo por no poder entrar al garaje, me sugiere que aparte mi coche a fin de despejar el paso para la cola, que qué culpa tienen ellos de que yo esté atascado.

Pues tiene razón el hombre, quito el coche de en medio y se despeja la cola. Como el Mengano sigue sin aparecer, me meto de lleno en la tercera fase de indignación y llamo al 092 para hacer partícipe de mis cuitas a la Policía Local. Le doy las explicaciones correspondientes a la amable telefonista que atiende la llamada, quien me pide el número de vado y me indica que pasa el aviso para que se persone una patrulla en cuanto pueda. Eso sí, si el coche se va antes de que lleguen, que vuelva a llamar para decirlo. 

Media hora después, ni el del coche, ni la patrulla, ni la madre... Así que subo a mi coche y después de muchas maniobras, consigo meterlo al garaje y me voy fumando en pipa. Hasta los vecinos de los balcones, aburridos, se habían vuelto a sus casas. ¿Llegó la policía antes que el Mengano, o lo hizo este antes, o no llegó la primera nunca? Ya no lo sabré, aunque cuando volví, al menos, el coche, ya no estaba en el vado.

Si hubiera intentado entrar al garaje desde el principio, aun con las dificultades de hacerlo, me habría ahorrado toda esta pataleta y al lector, tragársela. A veces, el orgullo, mejor te lo guardas.