Entre San Pedro Chanel (que suena a perfume) y San Pánfilo de Corfinio (que suena... a lo que suena) y unos cuantos santos más, echó a andar el lunes 28 de abril de 2025, como un lunes más tras el descanso dominical.
Para mí comenzó allá por las 7:30 de la mañana con mi tabla de estiramientos matutinos en la cama, cuando ya había transcurrido más de un cuarto de día, que para muchos seguro había empezado antes.
El mundo seguía ahí como pude comprobar al levantar el estor grande del cuarto de estudio, como todos los días, y la maquinaria de la obra del solar de enfrente, a pleno rendimiento sonoro en su empeño de excavar los cimientos del edificio que inexorablemente nos dejará sin la mitad de las vistas de la Sierra de Carrascoy, desde la Cresta del Gallo hacia la izquierda según se mira.
Ducha, desayuno y trabajo matutino, todo seguido. Prensa digital, la muerte del Papa y las quinielas para el Cónclave como cabeza de cartel, y los típicos dimes y diretes de los políticos a costa de la asistencia de unos y otros al funeral, el selfie de las ministras y la icónica foto de Zelenski y Trump limando asperezas en la casa del difunto.
El día continúa y una visita al super se hace necesaria. Siempre hacen falta cosas para comer, así que se impone una salida rápida "al" Mercadona para reponer efectivos.
Transitando el pasillo de los congelados, los precocinados, la carne y el cortador de jamón, ¡PLUF! (así me sonó a mí) se fue la luz... 3, 4 segundos y enseguida regresó; no toda, los lineales siguieron a oscuras, pero todos seguimos a lo nuestro. Acabé mi compra, pasé por caja, pagué con tarjeta.
-Se irá la luz, pero esto no deja de funcionar (dijo entre risas la cajera señalando el datáfono) Según mi tique de compra, eran las 12:42 del mediodía.
Había transcurrido ya más de medio lunes 28, seguramente el que le tocaba a San Pedro Chanel, y lo que restaba de jornada era el turno de San Pánfilo. Y con San Pánfilo comenzó mi fundido a negro.
En la puerta esperaba un señor con su carro, (ensimismado en su móvil) a que llegara el ascensor, que no llegaba, porque no funcionaba.
- Aquí esperando al ascensor, no funciona
- Yo no creo que vaya a funcionar pronto, me voy con mi carro por la entrada de vehículos
- ¿Es que se puede bajar con el carro?
-Supongo que sí, tiene ruedas, igual que los coches (Un poco borde mi respuesta, lo se) Y con las mismas salí por la puerta y enfilé hacia la rampa del garaje, viendo de reojillo que el fulano se lo había pensado mejor y venía detrás.
El primer contratiempo lo salvé con éxito, bajé la rampa, cargué mi coche y regresé a casa con un tráfico comedido y ausencia total de semáforos, pero el sol brillaba en lo alto en un bonito día primaveral, así que llegué a casa tan tranquilo.
Pero, ¡Ay amigo! Al llegar a la entrada del garaje, un coche parado.
- No funciona el mando, me dice Justino.
No hay luz en el edificio, ni en la calle, completa Diego, un vecino del primero que está hablando por teléfono con Mari Luz, su mujer, que asomada al balcón, (a cinco escasos metros) termina la información,
- Ni en Murcia, ni en Molina, ni en Alicante...
Diego, que tiene de todo, echa mano de la llave del garaje y abre la puerta al estilo manual, esto es, al empujón despacito para no cargarse el sistema y Justino y yo bajamos nuestros coches a la boca del lobo.
Justino, con una pierna que le da mucho la lata, sube refunfuñando la rampa, y yo, cargado como una mona, (Quién me manda comprar tanto) me subo los cuatro pisos desde el garaje hasta mi casa, a donde llego con la lengua fuera, pero llego.
Con las mismas vuelvo a bajar, Rocío tiene revisión en el oftamólogo después de comer, y en previsión de que no llegue la luz y la puerta del garaje se atasque, saco la moto y la dejo en la acera. A estas alturas, ya había echado un vistazo al móvil para conocer el alcance del apagón y ya sabía que estaban afectadas España y Portugal, amén de parte del sur de Francia, y que muy probablemente los franceses eran los culpable por un incendio en una estación eléctrica.
En estas que llegan al garaje mis vecinos Pepe y Encarna. Él en el coche y ella fuera, nerviosa,
- Se ha ido la luz en todas partes, !en el mundo!
El corrillo que estamos allí la intentamos tranquilizar, su marido la llama al coche y ambos se meten en la boca del lobo (No funcionan ni las luces de emergencia y para más inri, se ha cortado el agua porque las bombas han dejado de funcionar con el apagón)
Por si, sí o por si no, compro dos garrafas de agua en la carnicería donde Miguel Ángel y Encarna están mano sobre mano con cara de circunstancias. ¡Menos mal que tienen un grupo de emergencia y las cámaras están a salvo! A mi lado, Mercedes, del quinto, ha bajado también a por agua, dos garrafas que intenta meter en su carro de la compra, dispuesta a tirar de él hasta su casa. Mercedes está estupenda, pero es aún mayor que yo y vive dos pisos más arriba. Le ofrezco que me espere en el portal mientras subo las mías y bajar a por las suyas a continuación, pero no hace falta,
- Yo te las subo Mercedes, no tengo otra cosa que hacer
Encarna, que es bastante más joven que nosotros, e infinitamente más fuerte, sale del mostrador, coge las garrafas y enfila la escalera camino del quinto sin despeinarse. Yo la sigo a duras penas y me despido de ella resoplando cuando llego a mi piso, mientras oigo a Mercedes pelearse con el carro vacío un piso más abajo. SOLIDARIDAD con mayúsculas. ¡Ole por Encarna!
En casa está Marga intentando rematar la limpieza de la casa como puede y preocupada porque la lavadora se ha quedado a medias.
- No pasa nada, le digo,
- cuando vuelva la luz la volvemos a poner, y no tires el cubo de agua, que la podamos usar en el cuarto de baño.
Rocío está en Enjoy y Marián en la piscina. Con la primera consigo hablar y aunque no hay luz, ella sigue a lo suyo en el gimnasio. Intento hablar con el resto de la familia, pero aunque hay señal, solo lo consigo con Cristina que está en Portugal y se ha quedado también a dos velas. Todo tranquilo en la familia según me dice.
Me voy a la piscina a buscar a Marián, más que nada para que no tenga que subirse la escalera tirando de la maleta donde lleva su equipo de baño. Pregunto por ella y el socorrista, que es amigo suyo, me deja pasar e irrumpo en mitad de la sesión de aquagym, donde tras los saludos, les cuento como está la cosa y deciden acortar la clase para irse.
Mientras espero a que salgan, vuelvo a intentar conectar con la familia sin mucho éxito y navego un rato por internet, a ver si logro enterarme un poco más de lo que está pasando. Poca información, y los franceses siguen teniendo la culpa.
Al llegar a casa, sobre las 14:00, coincidimos con Rocío y desistimos de ir al hospital a la revisión de las 15:30, porque según las noticias, los hospitales aunque funcionan, solo están atendiendo urgencias y operaciones y ya se va deslizando que el apagón va a ir para largo. Vuelvo a meter la moto en el garaje, y vuelta a la escalera por tercera vez, esta vez sin carga, que la maleta se la ha subido Rocío con la gorra, que para eso venía del Gym.
Marga ya se fue, y acostumbrada como está, ha vaciado el cubo de agua en un water y la cisterna correspondiente, dejándonos con una sola carga en el otro cuarto de baño y las dos garrafas que subí, para todo lo que se tercie. Una de cruz, ¡qué se le va a hacer!
No hay cruz sin cara, y como en casa tenemos gas para la caldera y la cocina, y por la mañana había puesto unas lentejas, solo hubo que calentarlas y ¡a comer! con unas almejitas que me había traído de Mercadona para Rocío de aperitivo. ¡Éxito total! comida caliente gracias a la bendita encimera de gas.
Durante la siesta, se fueron desvaneciendo los datos de los teléfonos y quedaron para linternas y poco más. Ahí entraron en juego las radios a pilas. En casa tenemos operativas dos radios enchufadas a la red (que están preparadas para pilas, pero no las llevan) y otras dos más pequeñas que sí tienen pilas y que fueron nuestros oidos al mundo a partir de esa hora.
Noticias, noticias, lo que se dice noticias, muchas no había. Más allá de conexiones dificultosas con distintos puntos de la península para contar más o menos lo mismo: rescates en ascensores, trenes parados en mitad de los campos, ciberataques sí, ciberataques no, entrevistas a expertos en el mix eléctrico y las causas que habrían podido provocar el apagón, y un anuncio: el Presidente iba a realizar una comparecencia a las 17:15 para poner al día a la Nación (Bueno, al País, que viene a ser lo mismo, pero en progresista)
Llegaron las 17:15... 17:30... 17:45... y por fin, pasadas las 18:00 hubo comparecencia, que vino a ser como un resumen de lo que ya todos sabíamos, que la luz se iba a restablecer en un plazo de ocho a diez horas contando desde cuando se fue, que se iba a investigar la causa para que esto no volviera a suceder nunca más de los jamáses y, muy importante, solo atender a las noticias proporcionadas por medios oficiales, y blablablá, blablablá.
Sorprendentemente no se produjo ninguna notificación de medios oficiales, al menos que yo oyese, y los esforzados radioyentes seguimos nutriéndonos de las noticias que los no menos esforzados trabajadores de la radio en una maratoniana jornada, nos iban haciendo llegar.
Como el sol jugó a favor, y al menos en Murcia hizo un día magnífico, la tarde invitó al paseo a falta de otra cosa mejor que hacer, allá que nos fuimos. Las calles más vacías de lo habitual, tanto de peatones como de tráfico. Alguna pareja de municipales regulando el tráfico en algún cruce conflictivo. Motos y coches policiales circulando con parsimonia, conductores cuidadosos respetando los pasos de cebra, los cruces, los cedas, los stops... Nadie con prisas... parecía un domingo por la tarde con partido gordo de futbol por la tele.
Una curiosidad, frente al cierre prácticamente total del comercio, los "chinos" y los bazares se encontraban a pleno rendimiento. De primeras no entendí el motivo, pero en cuanto vi salir algunos clientes con pilas, linternas, velas y algún camping gas, no tuve más que entender. A mí no me cabe en la cabeza no tener velas, radios y pilas, amén de algún otro artículo, que sin llegar a conformar la mochila de emergencia recomendada por la Unión Europea, nos salva de circunstancias puntuales como esperábamos que fuera la del lunes.
Un único lunar: la imprevisión con el agua. Normalmente, cuando se va a producir un corte, recibimos un aviso con antelación para hacer algún acopio, pero esta vez fue de sopetón, sin aviso previo, y claro, me pilló el toro, con el remate del cubo y la cisterna vaciados antes y con tiempo que diría mi madre.
Imprevisión mayor, de tirarse de los pelos, porque en la terraza tengo un bidón de 25 litros, que siempre ha estado lleno, pero que, por lo que sea, debí vaciar para enchufar un desagüe del aire acondicionado y no volví a rellenar cuando lo quité. ¡Mea culpa! Ya está llena la garrafa, por si, como vaticinan algunos, esta gracia se vuelve a repetir próximamente.
Y llegó la noche, las primeras sombras empezaron a caer sobre las 21:00 y fue el momento "recolecta de velas y palmatorias" por la casa. No estuvo mal, encontramos bastantes y el salón quedó de lo más cuqui con tanta lucecita. Entre las velas y las linternas que hay por la casa, la transición a la noche resultó de lo más agradable, ya, con la casi certidumbre de que la luz venía de camino y se iba recuperando progresivamente en muchas zonas de la Península. Asomados a las ventanas vimos como todo se volvía negro en la calle, alguna luz de un vecino bajando aprisa la basura, y poco más. Todo negro, negro, salvo alguna luz parpadeando en la subida a la Cresta del Gallo, que hay gente para todo.
- ¿A qué hora cenamos?
- ¿Esperamos a las 22:00 por si, como dicen ha vuelto la luz, o nos trasladamos con las velas a la cocina?
Rocío estaba asomada a la ventana del salón
- ¡Se han encendido las farolas!
Se oyó como un clamor a través de las ventanas, como cuando meten un gol en la final de la Champion, pues parecido. Poco a poco fueron encendiéndose luces en los alrededores, abrí el grifo y comprobé que ya teníamos agua. Seguían encendiéndose más edificios mientra el nuestro seguía a oscuras... y de repente, se encendieron las luces en casa. Un suspiro de alivio ¡Ya está! volvemos a la civilización. Sin electricidad no hay vida... al menos como la conocemos y la vivimos.
P.D. Poco a poco los teléfonos volvieron a la vida, el wifi, los datos, la tele, las noticias... y los transistores, las linternas y las velas volvieron a sus cajones. Hablamos con la familia. Y mientras tanto, los políticos en sus cosas.