El edificio de viajeros de la
Estación Internacional de Canfranc fue diseñado por el ingeniero alicantino Fernando
Ramírez de Dampierre en un estilo, que va desde el Clasicismo al Art
Noveau, pasando por el Modernismo y el Art Deco.
Su grandiosidad responde al
deseo del Gobierno Español de que la estación se convirtiera en un escaparate
que mostrara a Europa la seriedad, solvencia y modernidad del país.
En 1921 comenzaron las obras
en la parte central de la explanada de Los Arañones, justo a la
salida del túnel de Somport. Ramírez de Dampierre murió antes de
ver terminado su proyecto, que se encargó de continuar el bilbaíno Domingo
Hormaeche, quien no dudó en hacer ciertas modificaciones estructurales que
confirieron al edificio una mayor durabilidad. La principal novedad
constructiva aportada por el vasco fue la estructura de hormigón armado y la
cubierta, ahora sustituida, y que originalmente fue de pizarra. Piedra,
hierro y cristal terminaron de dar forma a un edificio que ocupa una superficie
de 3.012 metros cuadrados y que se distribuye verticalmente en tres alturas.
Con una longitud que oscila
según las fuentes entre los 241 y los 246 metros, tiene dos fachadas iguales y
simétricas, correspondiendo la exterior al andén español y la interior al
francés.
A cada lado hay 75 puertas que
daban acceso entre otras a las dependencias de las compañías ferroviarias Norte
de España y Midi Francés, a las aduanas francesa y española, al telégrafo y
a las dos oficinas de correos, al restaurante y a la cantina, al servicio
médico, al Banco de España y al gran vestíbulo. Éste, con una altura de 25
metros, ocupa la parte central del edificio y en él se vendían los billetes y
se atendía a los viajeros en unas espectaculares taquillas de madera. También
estaban allí la oficina de cambio, la biblioteca y las entradas a la cantina, a
la sala de equipajes, a las salas de espera, al restaurante y al Hotel
Internacional.
La plantas segunda y tercera
además de las habitaciones del hotel albergaban diferentes oficinas que no
requerían acceso público, y viviendas para 30 familias. 365 ventanas, se repartían por todo el edificio,“tantas
como días tiene un año” como aseguraba la propaganda.
El complejo ferroviario fue
durante muchos años el más monumental del país, aunque la leyenda lo
situaba ya por entonces como la segunda estación de ferrocarril más grande de
Europa, sólo superada por la de Leipzig, la realidad era que existían otras estaciones mayores, pero no resulta menos cierto que la Estación Internacional de Canfranc era un verdadero palacio
con tejados de pizarra, escaleras de mármol y apliques art decó. Su
construcción exigió diez años de obras y obligó a modelar la ladera del monte
con muros de contención y 2,5 millones de árboles, en su mayoría pinos
silvestres, para frenar la erosión y evitar así el riesgo de derrumbes y
avalanchas de nieve.
A última hora se añadió en el
lado sur una pequeña caseta de aseos para que los viajeros que esperaban al
tren no tuvieran que perderse por el edificio principal. Por supuesto también
estaba dividida en dos: una mitad española y otra francesa.
Normalmente el edificio de
viajeros de una estación se sitúa con una fachada de cara a la población
haciendo las veces de entrada y la otra como acceso a vías y andenes. Pero el
caso de Canfranc es excepcional al necesitar vías en ambos lados,
unas de ancho ibérico y otras de ancho internacional. Además, durante los
transbordos, el propio edificio hacía las veces de paso fronterizo, por ello el
edificio de viajeros de la estación de Canfranc estaba “aislado” y
para acceder a él desde el pueblo fue necesario construir un paso subterráneo
que partía del pabellón acristalado que hay a la entrada del complejo y que
desemboca en el centro del vestíbulo.
Las instalaciones destinadas
al tráfico de viajeros se terminaron de construir en enero de 1925 pero aún
deberían esperar tres años para poder ser inauguradas. El 17 de mayo de 1928 un tren
en pruebas cruzó por primera vez el túnel de Somport, algo que fue
celebrado con alborozo a su llegada a la estación. La línea se abrió al tráfico
de manera oficiosa el 11 de julio de 1928 con la llegada del primer tren desde territorio
francés y una semana más tarde, el día 18, el Rey Alfonso XIII y el
Presidente de la República Francesa Gastón Doumergue inauguraban
oficialmente la Estación Internacional.
El tren que transportaba a la
delegación española llegó a las once de la mañana mientras que el francés lo
hacía un cuarto de hora más tarde. Después de la revista a las tropas por parte
de ambos mandatarios y de una reunión en el interior de la estación, se celebró
un banquete para 300 comensales en un comedor improvisado en lo que
posteriormente sería el servicio postal. A la hora de los brindis el monarca
español no dudó en declarar que “los Pirineos ya no existirán más” aunque el
tiempo se encargó de desmentir en numerosas ocasiones dicha afirmación.
Posteriormente la comitiva se subió al tren francés y juntos cruzaron el túnel
en dirección a Forges d’Abel.
Hasta aquí el relato relativo al edificio de viajeros de la Estación Internacional de Canfranc, y que he construido a partir de los contenidos del blog Esperandoaltren.blogspot.com.es, de Wikipedia.org y de Elcorreo.com. Desgraciadamente no puedo ofrecer imágenes de las diferentes estancias del edificio porque el acceso es restringido y además sólo por ciertas zonas, aunque no creo que haya cambiado mucho desde la primera vez que accedí libremente a su interior en el año 2001, y me impresionó tanto destrozo, inmundicia y abandono de aquellos majestuosos espacios. Al menos el envoltorio conserva la grandiosidad de sus buenos tiempos, aunque en sucesivas entregas veremos el estado en que se encuentran el resto de instalaciones del complejo ferroviario de Los Arañones.
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