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Zaragoza. Catedral desde el puente romano |
Al mal tiempo, buena cara. Y eso fue lo que pusieron Esther y Alberto el día de su boda, muy buena cara y mejor ánimo, y aunque en lo meteorológico se impuso de golpe la llegada del invierno, tras un verano apenas pasado, en lo personal y familiar resultó una gozada.
Una boda en la familia siempre es un gran acontecimiento y más si es la que abre el fuego en la tercera generación de los Márquez. Y Esther y Alberto han puesto el listón bien alto a la primera. Así que ya se podrán aplicar los siguientes en formar parejas tan estupenda como esta.
Yo no se para el resto, pero para mí, Alberto siempre ha estado a medio camino entre sobrino y hermano pequeño; ha sido el prototipo del "primo de Zumosol" para los que llegaron detrás. Sobre todas sus cualidades destacaría de él su sentimiento familiar y el cariño tan cercano que siempre nos ha demostrado a todos. Sonará cursi, pero es un cielo de niño. Así que, Esther, eso es lo que te llevas. Y te conozco poco, no ha habido muchas oportunidades, pero ese poco me gusta, te veo cercana, amable, cariñosa, pendiente de todo, sin querer estar por encima de nada. Te he visto cómplice y feliz con Alberto. Me gustas.
En la Catedral Vieja de Salamanca, de la que el profesor D. Pablo dio cumplida y más que interesante información, rodeados por el calor de las familias y amigos, entre los más que fresquitos muros centenarios, Alberto y Esther oficiaron de ministros sacramentales mientras unos y otros colaboraban con las lecturas, las ofrendas, las fotos, y los enredos infantiles a los pies del altar, que siempre ha de haber algún pajecillo o pajecilla que se ocupe de estos menesteres.
Entre los muy comentados colores del arco iris, sellaron su compromiso de por siempre y para siempre, con unas caras de serenidad y felicidad que transmitían la confianza que habían depositado en sí mismos. Es lo menos y es lo más, que podemos esperar de una pareja que se quiere y decide compartirlo con los que les rodean.
Hasta el mal día de inicio se rindió al acontecimiento, retirando la lluvia para permitir la salida de los recién casados, el júbilo de arroz y pétalos y el paseito callejero por las calles adoquinadas hasta el lugar de la celebración. ¡Qué bien!
Me encantó conocer a la familia de mi nueva sobrina, a sus hermanas, a sus padres, personas con las que te encuentras a gusto desde el primer momento, y que han acogido a Alberto con los brazos abiertos. Me alegró mucho volver a encontrarme con tu padre y su familia, tan cariñosos y cercanos como tú, y con quienes pasamos un rato agradable a la hora del copeteo y de los bailes. Disfruté de compartir la celebración con toda mi familia, que no siempre es fácil reunirnos; aunque faltaron nuestras hijas, a las que echamos mucho de menos.
Espero y deseo que seáis felices muchos, muchos años, y que ya de viejitos, rodeados de toda la familia que hayáis creado, como dijo el cura, aún os sigáis cogiendo de la mano y dándoos un beso.
No puedo dejarme en el tintero, porque es mi debilidad, lo exquisitamente bueno que estuvo el jamón ibérico de Salamanca, parte del extraordinario menú con el que nos agasajaron y del que, aunque me contuve por momentos, no dejé de disfrutar hasta que me fui, y no me fui temprano.
También tengo que agradecerle a Carlos su magnífico trabajo gráfico, gracias al cual puedo ilustrar este Día de Gozo. Seguro que no le importa.