Todo comenzó con el 5. Como casi cada noche, entre serie y serie de Netflix, o lo que toque, mientras hacía zapping en el teléfono, me apareció el Festival de Eurovisión, que ya iba por las votaciones.
- Anda, ponlo, a ver como le va a España.
Y ahí andaban terminando con el voto de los jurados profesionales, que dejó a nuestra Blanca Paloma posada en un digno noveno puesto. Pero fue comenzar el televoto y todo se desmadró. Empezaron a adelantarnos a derecha e izquierda mientras caíamos poco a poco en la clasificación. Hasta que le llegó el turno de recibir votos a España, un poco después de Noruega que iba por detrás y se puso segunda con los 216 votos recibidos.
- ¡Ya verás, seguro que ahora remontamos!
- Y el voto popular da a España... ¡5! dije yo sin pensar, ¡¡¡5!!! soltó la presentadora ante nuestro asombro, y seguro que el de alguno más.
- !Para qué dices 5! ¿Por qué eres tan negativo? Hay que tener una actitud positiva ante la vida, y esto, y lo otro...
¡Como si mi 5 hubiera influido mágicamente en la votación y si hubiera dicho 500 habríamos ganado!
Dicho esto, yo soy de los del vaso medio vacío y de los de plantearme todos los escenarios posibles en cualquier situación, incluidos los que los optimistas obvian. ¡Qué le voy a hacer! soy así y tengo la suerte de vivir con una optimista nata hasta la médula que me contrapesa y no permite que me ahogue en el culo del vaso.
Esa suerte tengo, por la que doy gracias a Dios cada vez más a menudo.
Esta casualidad, porque fue eso, casualidad, me lleva a pensar en todas esas premoniciones del Nuevo Nostradamus, de Baba Vanga y tantos otros, incrustadas preferentemente en los medios de comunicación digitales, que tienen como denominador común, no el vaso medio vacío, no, ¡ojalá! sino muertes, guerras, plagas, destrucciones y apocalipsis a cual más terrorífica, y que de cumplirse, esto va a quedar como un solar, no una, sino cuarenta veces, por poner un número, antes de que a esta bendita tierra la engulla el Sol cuando toque.
El año que viene, cuando llegue el televoto, te juro que digo ¡500! ¡por estas que son cruces! y a ver si conjuro de una tacada mi racionalismo (pesimismo) vital, y ya de paso espanto todos esos malos augurios que se ciernen sobre nosotros.
¡Dicho queda!