domingo, 29 de junio de 2014

Edades

Inocencia

Sueños

Poderío

A tope

Trabajando a pleno pulmón

Esperando

De camino

Como la vida misma...

martes, 17 de junio de 2014

Más Raro que...

...un perro verde.

Perros verdes

Pues eso, nacen dos perricos verdes en un pueblo de Valladolid, que ya es raro, y la exministra y actual vicepresidenta del Banco Europeo de Inversiones, residente en Luxemburgo, imputada por su supuesta participación en el amaño de los ERES andaluces y embargada hasta las cejas, no dimite de su cargo ni con agua caliente. También es raro, pero menos que el nacimiento de los perricos.

Y ya el colmo de las rarezas, es que la casualidad o una mano alevosa, haya reunido a los perricos con la imagen de Dña. Maleni impresa en el periódico que sirve de empapadero de las secreciones perrunas.

Lo perricos son verdes porque están intoxicados por la biliverdina, pero Dña. Maleni no dimite, además de porque es inocente, por los 765,45 euros diarios que cobra por su cargo, y que le van a venir muy bien para hacer frente a las fianzas que le han impuesto.

Lo dicho: raro, raro.

miércoles, 11 de junio de 2014

Paseantes

Colores del sur

Paseando la cerveza

De compras

Marcando el paso

La Banda

Hacia la derecha, hacia la izquierda, al frente... Todos llevamos nuestro camino, unos con más entusiasmo que otros, otros con más acierto que unos. Todos creemos conocer el nuestro y lo seguimos, -por si suena la flauta y es el bueno-. Y si no, no pasa nada, desandamos y comenzamos en otra dirección. Lo importante es seguir en movimiento, y a ser posible, con la conciencia tranquila y la cabeza bien alta.

viernes, 6 de junio de 2014

Memoria Histórica II

Una historia sencilla, sin buenos ni malos, perdedores o ganadores, victoriosos o vencidos. Solo un soldado con su experiencia, su recuerdo y una lección bien aprendida: "La guerra es el mayor disparate del mundo".

Yo sobreviví al Día D


Paul Goltz

"Tenía un ángel de la guarda", alega como única explicación al hecho de estar vivo Paul Goltz, hoy de 89 años y que vio caer al resto de sus camaradas de la compañía durante el desembarco de Normandía. Nacido en Königswinter, fue reclutado obligatoriamente por el ejército alemán en 1943, en cuanto cumplió los 18 años. Con solo tres meses de entrenamiento fue destinado a Normandía. "Nuestra misión era sembrar los espárragos Rommel, clavar postes de madera a lo largo de toda la costa para hacer más difícil el aterrizaje de los paracaidistas", recuerda. En el cementerio de La Cambe, donde yacen 21.000 soldados alemanes enterrados, rememora aquel infierno.

"Yo estaba en mi puesto, eran alrededor de las dos de la madrugada, cuando comencé a ver los árboles de navidad. Entonces supe que había empezado". Los soldados alemanes llamaban árboles de navidad a los objetos luminosos arrojados en paracaídas y que debían marcar los objetivos de los bombardeos. "Hacía dos días que no habíamos bebido ni comido nada, pero sabíamos que debíamos luchar hasta el final, así que me precipité hacia el pueblo en busca de leche o de algo que comer. Me daba miedo la muerte", relata. "En medio de la oscuridad, dos ojos brillaban envueltos en la nada. Era la primera vez que veía un hombre de color y tardé en darme cuenta. No entendí lo que me decía en inglés, pero hablé muy lentamente en alemán y le dije: no queremos dispararnos en uno al otro, ¿verdad amigo? Él me tendió su cantimplora y un cigarrillo".

Después de ese episodio, Goltz volvió con su grupo y enseguida comenzaron los disparos. Muchas horas después, tras una batalla en la que había perdido la noción del tiempo, solo quedaban vivos cuatro hombres de su compañía. "Había decenas de miles de cadáveres. Me aplastaban, casi no podía respirar", describe los últimos momentos.

"Los americanos nos apuntaban y dijeron lets go boys, hands up!. Nos llevaron en barco a Escocia y desde allí en el Queen Mary hasta Nueva York. En el barco recibimos la primera comida de verdad, nunca la olvidaré, puré de patatas y salchichas de Fránkfurt. Y además café. Yo me puse tres veces seguidas en la cola".

Cuando fue liberado en el campo de prisioneros de Virginia, en 1946, había perdido todo contacto con amigos y familiares. Hablaba perfectamente inglés y decidió quedarse a trabajar en Escocia. Solo en 1947, a través de Cruz Roja, pudo volver a encontrar a sus padres y regresó a Alemania, donde pasó a formar parte del cuerpo diplomático. Hoy, el único sentido que encuentra al ejercicio de recordar todo esto es lo que pueda con ello ayudar a entender a los jóvenes que "la guerra es el mayor disparate del mundo". "Durante 70 años hemos disfrutado de paz y de democracia en Europa. Debemos conservar eso por encima de cualquiera de nuestras diferencias. Nunca más debe suceder algo así. Todavía me sobrecojo cuando pienso cómo podía haber sido mi vida si pudiera haberme ahorrado aquel horror". 

Fuente: El Mundo

miércoles, 4 de junio de 2014

Basura Automática

Contenedores soterrados

Para que luego digan que los españoles somos unos adanes, pues no, que en esto del reciclaje somos de los mejores. Además, aquí, reciclamos al menos dos veces: Una cuando recolectamos, clasificamos y depositamos nuestras basuras en el contenedor adecuado; otra, cuando el señor de la bicicleta con o sin carrito, armado con un palo y una linterna se zambulle en los contenedores de superficie para hacer su propia recolecta.

Esto de los contenedores soterrados a los que se accede por un buzón de colores tiene sus pros y sus contras, a saber: Por el lado positivo, la mejora estética es evidente, los olores, sobre todo en épocas de calor, se limitan bastante, le dan a las calles un aire de sofisticación y modernidad que antes no tenían, y resultan difíciles de manipular en las algaradas callejeras para su uso como barricadas o armas arrojadizas, además de dificultarle el acceso a los recicladores piratas.

Por el lado negativo, que lo tienen, cuando se averían, se quedan con toda la basura dentro y se organiza un zipi-zape de cuidado, lo mismo ocurre si se le funden los plomos, entonces, por más que el conductor del camión le dé al botoncito que envía la señal para poner en marcha el mecanismo, este se hace el loco y no se mueve. Además, las bocas de los buzones tienen un tamaño respetable pero no descomunal: comparando, podríamos decir que la abertura de uno de estos equivaldría a la boca de cualquiera de nosotros, mientras que la de un contenedor de superficie se asimilaría más a la de un hipopótamo. Y esto es importante cuando se ubican cerca de comercios que ante la imposibilidad de introducir sus residuos por las discretas aberturas, optan las más de las veces por dejarlos amontonados alrededor. 

Una última consideración: habría sido lógico que antes de implantar el sistema de contenedores soterrados en la ciudad, se hubieran tanteado los diversos diseños antes de lanzarse a la tarea, con el sano fin de escoger el más adecuado. Pues esto no parece haber sucedido, porque se alternan a lo largo y ancho de la ciudad equipos como el de la foto, forrados de baldosas, que además de pesar un montón, con el traqueteo diario del sube y baja acaban rotas y despegadas con el consiguiente gasto en reparaciones, con otros más livianos y cuyo pavimento se reduce a una capa de un material a todas luces más ligero y práctico y que además no se rompe. 

Digo yo, que ya que se gastan los cuartos de todos, sería bueno que lo hicieran lo mejor posible, que no está el horno para bollos, ni los contenedores para averías.