Contenedores soterrados |
Para que luego digan que los españoles somos unos adanes, pues no, que en esto del reciclaje somos de los mejores. Además, aquí, reciclamos al menos dos veces: Una cuando recolectamos, clasificamos y depositamos nuestras basuras en el contenedor adecuado; otra, cuando el señor de la bicicleta con o sin carrito, armado con un palo y una linterna se zambulle en los contenedores de superficie para hacer su propia recolecta.
Esto de los contenedores soterrados a los que se accede por un buzón de colores tiene sus pros y sus contras, a saber: Por el lado positivo, la mejora estética es evidente, los olores, sobre todo en épocas de calor, se limitan bastante, le dan a las calles un aire de sofisticación y modernidad que antes no tenían, y resultan difíciles de manipular en las algaradas callejeras para su uso como barricadas o armas arrojadizas, además de dificultarle el acceso a los recicladores piratas.
Por el lado negativo, que lo tienen, cuando se averían, se quedan con toda la basura dentro y se organiza un zipi-zape de cuidado, lo mismo ocurre si se le funden los plomos, entonces, por más que el conductor del camión le dé al botoncito que envía la señal para poner en marcha el mecanismo, este se hace el loco y no se mueve. Además, las bocas de los buzones tienen un tamaño respetable pero no descomunal: comparando, podríamos decir que la abertura de uno de estos equivaldría a la boca de cualquiera de nosotros, mientras que la de un contenedor de superficie se asimilaría más a la de un hipopótamo. Y esto es importante cuando se ubican cerca de comercios que ante la imposibilidad de introducir sus residuos por las discretas aberturas, optan las más de las veces por dejarlos amontonados alrededor.
Una última consideración: habría sido lógico que antes de implantar el sistema de contenedores soterrados en la ciudad, se hubieran tanteado los diversos diseños antes de lanzarse a la tarea, con el sano fin de escoger el más adecuado. Pues esto no parece haber sucedido, porque se alternan a lo largo y ancho de la ciudad equipos como el de la foto, forrados de baldosas, que además de pesar un montón, con el traqueteo diario del sube y baja acaban rotas y despegadas con el consiguiente gasto en reparaciones, con otros más livianos y cuyo pavimento se reduce a una capa de un material a todas luces más ligero y práctico y que además no se rompe.
Digo yo, que ya que se gastan los cuartos de todos, sería bueno que lo hicieran lo mejor posible, que no está el horno para bollos, ni los contenedores para averías.
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