lunes, 8 de febrero de 2021

Sorpresa Literaria

Obra

Dedicatoria

Hace tanto que no relato, que ya no se ni como empezar. Lo haré desde el principio y veremos como acaba.
 
En un momento indeterminado, pero no muy lejano, nos vimos agraciados con un lote de libros de lo más variopinto procedente de la muy extensa, y a punto de explosionar, biblioteca de la abuela materna de mis hijas. Y me refiero a ellas, porque fueron las destinatarias del “voluminoso” regalo. 

Como ambas son y han sido ávidas lectoras (como su abuela), fueron elegidas para “aligerar” la compacta biblioteca y así dejar sitio a las nuevas adquisiciones. Una vez examinado el heterogéneo conjunto, y comprobado el escaso entusiasmo de las destinatarias, se produjo un corto debate, entre donarlo para reciclar, regalarlo a una biblioteca escolar, o admitirlo en el seno familiar. Triunfó una minoría reforzada y se quedaron en casa. Cosas de la democracia familiar.

Los libros, libros son, y entre los treinta y tantos objeto de estas líneas, no habrá más de dos con temática similar: Novelas, ensayo, poesía, historia, biografías, más novelas… en fin, un totum revolutum de lo más revolutum imaginable. Ejemplos: Historia de la Literatura Española (Siglos XII-XVII) edición de 1943; Submarino, de Lothar-Günther Buchheim, 1975; Las Aventuras de Don Bosco, (Segunda parte) Bajo el reinado de Pio IX, de Hugo Wast, 1952; Duquesa Inés, de Rafael Pérez y Pérez, 1934; La Estepa, de Anthon Tchekhov, 1930; y Obras Completas (Tomo I), Castellanas. Nuevas Castellanas y Extremeñas, de José María Gabriel y Galán, Séptima Edición,1924… y así los treinta y tantos…
 
Encontraron acomodo todos juntos en ochenta centímetros de librería, que conseguimos liberar para albergar tan disperso legado. Y ahí quedaron, acogidos como hijos pródigos, pero olvidados y fuera del circuito de la actividad familiar. Parecerán pocos ochenta centímetros, pero comparados con la capacidad de una tarjeta de memoria del tamaño de una uña, en la que se puede encajar con soltura toda una biblioteca de barrio, son una inmensidad de espacio.
 
Y llegó la pandemia y con ella, el confinamiento, y las largas y oscuras tardes de invierno, y tiempo para hacer cosas para las que nunca hay tiempo… como ordenar una librería, por ejemplo. Y los libros pródigos vuelven por un instante al circuito familiar; con tiempo, no solo para ordenarlos por estatura (yo siempre los ordeno por estatura), sino para hojearlos, curiosear entre sus páginas, firmas, fechas, dedicatorias… y aparecen flores secas delicadamente escondidas en algunos ejemplares, estampas de santos, recordatorios de comunión o de defunción, jaculatorias, recortes de prensa, fotos, anotaciones en los márgenes… todo un mundo interior oculto dentro de los ochenta centímetros.
 
Prácticamente todos lucen en alguna de sus primeras páginas el nombre del propietario (no siempre coincidente con el de la donante), y/o si ha sido objeto de regalo, la dedicatoria del regalador, o un comentario de la regalada. Incluso los hay de ida y vuelta, sí devuelta… ¡en fin! Todos esos detalles los hacen únicos y diferentes a cualquier otro de su misma edición, lo que en la mayoría de los casos resulta magnífico, porque con leer esas primeras líneas ya hay suficiente, si el resto no es de interés.
 
Pero esta historia lo es porque la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, y entre todo ese batiburrillo de libros, notas, flores, papeles, recortes y dedicatorias, de repente apareció algo diferente: un poema del autor a modo de dedicatoria en una edición publicada en 1927… cuando este había fallecido en 1905 y que recojo en las fotografías del principio.
 
Esta paradoja había que investigarla y tras buscar y rebuscar en internet, el resultado fue el siguiente: Son los últimos versos de un poema llamado Canción, el último de Las Nuevas Castellanas y que según nota al pie en la página 255, fue «La última que escribió el autor, pocos días después de la muerte de su padre, y pocos también antes de la suya propia».
 
A la postre, un homenaje del editor a un poeta que, como tantos, se fue antes de tiempo. Y yo, no me puedo resistir a reproducir el poema completo de un libro, que emergió una tarde de confinamiento, de un anaquel olvidado.


José María Gabriel y Galán

Canción

No piense nunca el lloroso

que este cantar dolorido
es un capricho tejido
por la musa de un dichoso.
No piense que es armonioso
juego de un estro liviano;
piense que yo no profano,
ni con mentiras sonoras,
las penas desgarradoras
del corazón de un hermano.

Una canción de dolores
me piden mis padeceres,
tal como ayer mis quereres
pidieron cantos de amores;
que así como son mayores
si se cantan los contentos,
así los tristes acentos
de las trovas doloridas,
si no curan las heridas,
amansan los sufrimientos.

Mis penas son tan vulgares…
como esas espinas duras
que erizan las espesuras
de todos los espinares.
Más hondas son que los mares…
más hondas y más sombrías
que un horizonte sin días,
pues no hay abismo tan hondo
como el abismo sin fondo
de unas entrañas vacías.

Dios me las hizo de fuego…
¿Por qué no les dió dureza
si quiso su fortaleza
probar golpe a golpe luego?
¿Por qué enriqueció con riego
de sementera de amores
huerto que sabe dar flores,
si luego les manda días
de matadoras sequías
Y vientos asoladores?

¡Ay! Al llegar a las puertas
de la tarde de mi vida,
voz de los cielos venida
me ha dicho: —¡Ya están abiertas!
¡Entra y no conviertas
la mente a tiempos mejores
que en vez de aquellos amores
de santidades pristinas
verás las desiertas ruinas
del solar de tus mayores!

—¡Mejor es cegar, Dios mío!
¡Mejor es ir paso a paso
cayendo hacia el propio ocaso
solo, con pena y con frío!
¡Mejor es ir al vacío
que a ruinas y sepulturas!
¡Mejores son las negruras
de la noche más sombría,
que las negruras del día,
que son dos veces obscuras!

Así, loco de dolor,
dije con vil vocecilla…
¡Esto que tengo de arcilla
fue quien lo dijo, Señor!
Pero esto que es resplandor
de ti, venido hasta mí,
cuando tu rayo sentí
bien sabes tú que te dijo:
«¡Señor! La frente del hijo
tienes rendida ante ti!

Con solo llorar mi suerte,
con solo dejar abierta
de tal herida la puerta,
muriera de triste muerte.
Mas, hijo yo del Dios fuerte,
me he resignado a vivir,
y voy dejándome ir
sobre el polvo de la senda
caminando a media rienda
por el campo del sentir.

Porque si rindo la frente
sobre las manos crispadas,
si hacia las ruinas sagradas
dejo que vaya la mente,
si de mi llanto el torrente
dejo que anegue mi vida,
si abriese más esta herida
que en lumbre de fiebres arde,
viviera como un cobarde,
muriera como un suicida.

¡Quiero vivir! Las dulzuras
de los gozados placeres,
con hieles de padeceres,
se tornan del todo puras.
Visión de mis desventuras:
¡Yo no te cierro mis ojos!
Camino de los abrojos:
¡Yo no me cubro las plantas!
Cruz que mis hombros quebrantas:
¡Yo te acepto sin enojos!

¡Quiero vivir! Dios es vida
¿No veis que en vida convierte
la ancianidad que en la muerte
Cayó con dulce caída?
¿No soy yo vida nacida
de vidas que a mí se dieran?
Pues vidas que en mi se unieran,
si vivo, no han de morir,
¡Por eso quiero vivir,
porque mis muertos no mueran!

¡Y no morirán conmigo,
que el huerto de mis amores
está rebosando flores
que pinta Dios y yo abrigo!
¡Y atrás el cierzo enemigo
de esas mis vivas canciones
pues son santos eslabones
de una cadena florida
para corona tejida
del Dios de las creaciones.

¡Quiero vivir! A Dios voy
y a Dios no se va muriendo,
se va al Oriente subiendo
por la breve noche de hoy.
De luz y de sombras soy
y quiero darme a las dos.
¡Quiero dejar de mí en pos
robusta y santa semilla
de esto que tengo de arcilla,
de esto que tengo de Dios!


4 comentarios:

  1. Qué feliz hallazgo, desde luego, y qué bonita redondilla para redondearlo.

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  2. Felicidades por recomenzar casi ocho meses después con un gran poeta de nuestras letras españolas. Gracias

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  3. Muy bonita poesía Fernando. Si difícil es para algunos escribir prosa, saber rimar y trascender a nuestra vida mortal, es un arte reservado a muy pocos.
    Yo también ando en eso de revisar anaqueles y armarios. Son momentos para aprovechar el encuentro con cosas olvidadas en la memoria. Al igual que te ha ocurrido a ti con esa donación, yo he podido compartir con mis hijos muchas historias. Algunos documentos han llegado hasta mis ascendientes de las tierras cántabras en los comienzos del siglo XIX. Llegaron a Sevilla y allí se establecieron muchos pasiegos.

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  4. Precioso lo que has escrito y precioso el poema! Me recuerda mis tiempos del bachillerato en clase de literatura. Un abrazo!

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