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Hilando, hilando, lo uno lleva a lo otro, y al fin, te das cuenta de que, como en tantas cosas, en esto de la la televisión vamos más para atrás que hacia adelante.
Desde hace unos días pulula por mi casa un libro ajeno, perteneciente según su lomo a la Biblioteca General de Espinardo de la Universidad de Murcia. Su título, "Televisión subliminal. socialización mediante comunicaciones inadvertidas", me retrotrajo a los lejanos tiempos en que participaba en cursos de formación en marketing y les hablaba a mis alumnos-oyentes de las técnicas de marketing que se aplicaban en las grandes superficies y de refilón hablábamos de la publicidad subliminal que se colaba en nuestros hogares a través de la televisión.
Ahora no se si se utiliza la publicidad subliminal, o si se nos considera tan poco sutiles como para almacenar en nuestro subconsciente las oportunas ráfagas de información que aún no siendo conscientes de su existencia, crean en nosotros la necesidad de consumir un determinado producto, que nos plantifican en la pantalla de manera y modo permanente y cada vez más ostensible la publicidad de turno.
Así, mientras estoy viendo a una hermosa zagala en la película "En la mente del asesino" de A3 esta misma noche de domingo, en una esquina de la imagen y en un tamaño nada discreto, soy informado en vivo y en directo durante más de 90 minutos (sin contar anuncios) de que mañana a las 22:30 se emite el último capítulo del año de "El tiempo entre costuras". Amén del anagrama de la cadena y la calificación moral de la película que intento ver entre tanto letrero, corte e información.
Ya no hace falta estrujarse el cerebro con la publicidad subliminal, nos hemos vuelto tan cortitos que nos la tienen que dar seguida y por horas y no en fracciones de segundo para que nos enteremos. ¿Que te molesta? Pues apaga y vámonos.
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