lunes, 4 de mayo de 2020

Alarma desde el Balcón. Explicaciones

Solo por darle gusto a un amigo.

Un gato negro en la luna

La verdad es que en estos días, mientras hacía las fotos, todas ella me sugieren reflexiones (como reza parte del nombre de este blog), unas relacionadas con la pandemia y otras simplemente me llamaban la atención. Me pide Miguel que hable de ello y el resumen es un poco el pie de foto que les he ido adjudicando.

Los balones en la terraza del colegio, vacío desde hace ya casi dos meses, me recuerdan los colores de nuestra bandera, y que estamos juntos en esto sin que vayan a aparecer más superhéroes que nosotros mismos para sacarnos del atolladero. 

El toldo hecho jirones no deja mucho a la imaginación de la analogía con lo que estamos viviendo, pero por otro lado, nos deja la certeza de que más bien antes que después, llegará un toldero (el que pone toldos, no el que comercia con sal al por menor) y repondrá la lona y su faldón dejándolo impecable. Costará su tiempo y su esfuerzo, pero se repondrá.

Un gato negro en reposo

El juego de manos me recordó a los malabares con las palabras que escuchamos un día sí y otro también en los medios de comunicación, tanto públicos como privados, y lo complicado que resulta separar el grano de la paja, tanto, que vi entera, con interés y mi mejor voluntad, la primera comparecencia de nuestro Presidente para avisarnos de que iba a declarar el Estado de Alarma. Ya no lo he vuelto a ver. Pasé a ver con interés y mi mejor voluntad las comparecencias de los expertos, y, a las pocas, lo dejé también. Ahora mi prioridad es saber que mi familia, mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis conocidos se encuentran bien, y dedico esas energías en hablar con unos y otros esporádicamente. Me ocupo en mantener el contacto. El sacarnos del atolladero está en otras manos y en nuestra propia responsabilidad. Yo asumo la mía.

El sillón con vistas me trae a la cabeza a todas esas personas que su menor preocupación es si van o no a pillar el “bicho”, y si este se los va a llevar por delante, porque no tienen medios ni recursos para hacer frente a lo que se les ha venido encima, y el “bicho” es lo que les faltaba para cuadrar el círculo. Y es que no entiendo cómo es posible que un día sí y otro también se informe de los ingentes recursos económicos que se están moviendo para “no dejar a nadie atrás”, y que cada vez sean más los que no se enteran. ¿Qué pasa? ¿Hay recursos o no hay recursos? ¿Llegan o no llegan? ¿Hay planes de contingencia? Porque lo único que parece claro es que la pandemia nos va a sumir en una pandeuda y los que manejan la cosa lo cuentan con gesto afligido y se vuelven a su Gabinete de Crisis. A lo mejor no es tan mala idea eso que dicen del pacto nacional, reeditando los Pactos de la  Moncloa de 1977. A lo peor nuestros políticos de ahora no tienen la capacidad necesaria (sin entrar en otras consideraciones que llevarían por escabrosos derroteros)

Un gato negro al acecho

Los aislantes de los cables del transformador y la refulgente chimenea me animan a pensar lo mismo que con el toldo, hay mimbres y bien urdidos, podemos caber todos en el cesto, con mayores o menores apreturas, pero cabremos, igual que le daremos la vuelta al reflejo del coche en el agua para encontrarnos con el coche auténtico y no con una ilusión y un mal sueño como el que estamos viviendo.

Ah! Por cierto, en estos días he tenido dos grandes alegrías, la primera, el día de mi  cumpleaños, se me ocurrió llamar a mi primo Diego con el que no había hablado, con toda probabilidad, en los últimos 40 años y eso que coincidimos en la fecha. Fue un reencuentro, para mí, memorable. La otra gran alegría me ha llegado también por teléfono hace unos días, cuando recibí una llamada de alguien a quien no reconocí de primeras y que resultó ser mi mejor amigo de mi época por los Madriles, Juan Carlos Guardia, compañero de clase en el Claret y del que no había vuelto a saber nada desde los 18 años. ¡Genial! 

Un gato negro camino de la Luna

Sólo quería dejar la anécdota de los diferentes nombres que los yanquis le dan a las lunas llenas cada mes y de su por qué, pero si me tiran del hilo como ha hecho Miguel, no me queda otra que desliar un poco la madeja para dejarla botando.

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