Solo por darle gusto a un amigo.
Un gato negro en la luna |
La verdad es que en estos días,
mientras hacía las fotos, todas ella me sugieren reflexiones (como reza parte
del nombre de este blog), unas relacionadas con la pandemia y otras simplemente
me llamaban la atención. Me pide Miguel que hable de ello y el resumen es un
poco el pie de foto que les he ido adjudicando.
Los balones en la terraza del
colegio, vacío desde hace ya casi dos meses, me recuerdan los colores de
nuestra bandera, y que estamos juntos en esto sin que vayan a aparecer más
superhéroes que nosotros mismos para sacarnos del atolladero.
El toldo hecho jirones no deja
mucho a la imaginación de la analogía con lo que estamos viviendo, pero por
otro lado, nos deja la certeza de que más bien antes que después, llegará un
toldero (el que pone toldos, no el que comercia con sal al por menor) y
repondrá la lona y su faldón dejándolo impecable. Costará su tiempo y su
esfuerzo, pero se repondrá.
Un gato negro en reposo |
El juego de manos me recordó a
los malabares con las palabras que escuchamos un día sí y otro también en los
medios de comunicación, tanto públicos como privados, y lo complicado que
resulta separar el grano de la paja, tanto, que vi entera, con interés y mi
mejor voluntad, la primera comparecencia de nuestro Presidente para avisarnos
de que iba a declarar el Estado de Alarma. Ya no lo he vuelto a ver. Pasé a ver
con interés y mi mejor voluntad las comparecencias de los expertos, y, a las
pocas, lo dejé también. Ahora mi prioridad es saber que mi familia, mis amigos,
mis compañeros de trabajo, mis conocidos se encuentran bien, y dedico esas
energías en hablar con unos y otros esporádicamente. Me ocupo en mantener el
contacto. El sacarnos del atolladero está en otras manos y en nuestra propia
responsabilidad. Yo asumo la mía.
El sillón con vistas me trae a la
cabeza a todas esas personas que su menor preocupación es si van o no a pillar
el “bicho”, y si este se los va a llevar por delante, porque no tienen medios ni
recursos para hacer frente a lo que se les ha venido encima, y el “bicho” es lo
que les faltaba para cuadrar el círculo. Y es que no entiendo cómo es posible
que un día sí y otro también se informe de los ingentes recursos económicos que
se están moviendo para “no dejar a nadie atrás”, y que cada vez sean más los
que no se enteran. ¿Qué pasa? ¿Hay recursos o no hay recursos? ¿Llegan o no
llegan? ¿Hay planes de contingencia? Porque lo único que parece claro es que la
pandemia nos va a sumir en una pandeuda y los que manejan la cosa lo cuentan
con gesto afligido y se vuelven a su Gabinete de Crisis. A lo mejor no es tan
mala idea eso que dicen del pacto nacional, reeditando los Pactos de la Moncloa de 1977. A lo peor nuestros políticos
de ahora no tienen la capacidad necesaria (sin entrar en otras consideraciones
que llevarían por escabrosos derroteros)
Un gato negro al acecho |
Los aislantes de los cables del
transformador y la refulgente chimenea me animan a pensar lo mismo que con el
toldo, hay mimbres y bien urdidos, podemos caber todos en el cesto, con mayores
o menores apreturas, pero cabremos, igual que le daremos la vuelta al reflejo
del coche en el agua para encontrarnos con el coche auténtico y no con una
ilusión y un mal sueño como el que estamos viviendo.
Ah! Por cierto, en estos días he
tenido dos grandes alegrías, la primera, el día de mi cumpleaños, se me ocurrió llamar a mi primo
Diego con el que no había hablado, con toda probabilidad, en los últimos 40
años y eso que coincidimos en la fecha. Fue un reencuentro, para mí, memorable.
La otra gran alegría me ha llegado también por teléfono hace unos días, cuando
recibí una llamada de alguien a quien no reconocí de primeras y que resultó ser
mi mejor amigo de mi época por los Madriles, Juan Carlos Guardia, compañero de
clase en el Claret y del que no había vuelto a saber nada desde los 18 años. ¡Genial!
Un gato negro camino de la Luna |
Sólo quería dejar la anécdota de
los diferentes nombres que los yanquis le dan a las lunas llenas cada mes y de
su por qué, pero si me tiran del hilo como ha hecho Miguel, no me queda otra que
desliar un poco la madeja para dejarla botando.
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