miércoles, 20 de febrero de 2013

Alcaraz I

Plaza Mayor. Iglesia de La Trinidad  y Lonja de Santo Domingo

Arcos

Ayuntamiento. Lonja del Alhorí

Torres de El Tardón (la del reloj) y  La Trinidad

Casino. Lonja de la Regatería

Portada del Alhorí. Plateresca, 
con el escudo del águila bicéfala de la  Casa de Austria

Placa dedicada a Felipe III de Austria


Desde la primavera del 92 conozco Alcaraz. Allí aterrizamos una tarde primaveral y ventosa en busca de acomodo veraniego, cuando aún no se estilaba lo del turismo rural que después se puso tan en boga.

Tras un intento en la cercana Cazorla, y dado que el bolsillo no estaba para muchas alegrías, (como siempre, por otra parte), conseguimos que nos alquilaran para el mes de agosto la casa de los maestros en plena calle Mayor, y en ella pasamos uno de los mejores veranos que recuerdo.

Fue el verano de la Expo, de las Olimpiadas de Barcelona y de conocer a Gilberto y Almudena. De que Blanca y Alvaro compartieran juegos y primeros pasos. De visitas de la familia y de los amigos. De conocer que por aquellas tierras mi familia materna había sido propietaria, y de que allí se establecían familiares lejanos y desconocidos con los que compartía apellidos y la posibilidad de un panteón en el cementerio. El mismo en el que están enterrados El Pernales y el Niño del Arahal, célebres bandoleros de finales del S XIX y principios del XX y que murieron en una refriega con la Guardia Civil.

Fue el verano de conocer una ciudad señora y monumental a la que cada cierto tiempo siento la necesidad de regresar para perderme por sus calles rezumantes de historia y de belleza. Una ciudad de la que siempre me voy con pena. Por eso vuelvo.

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