Ahora que está tan de moda el plan Bolonia para los estudios universitarios y que surgen como setas nuevos Grados y Masteres para que ningún futuro universitario se quede sin oferta para su vocación verdadera, hasta el punto que nuestras competitivas universidades acabarán por ofertar estudios universitarios individualizados al gusto del estudiante, ahora, me da a mí por reivindicar la importancia de los OFICIOS en nuestra sociedad.
Oficios que en su mayoría no han requerido el paso por las aulas universitarias y que en su mayoría son fruto de la Formación Profesional y en muchos casos, ni eso. Y qué quieren que les diga, si no existieran esos oficios, mi vida y la de tantos otros resultaría sumamente incomoda y dificultosa, y para algunos, casi imposible.
Veamos, el que suscribe se tiene, sin modestia alguna, por un manitas, esto es, procuro solucionar mis contratiempos caseros por mis propios medios sin recurrir a profesionales, salvo contadísimas ocasiones. Pero claro, uno no domina todas las habilidades del ser humano, -algunas prefiere no dominarlas- y para eso están los oficios.
En este asunto es muy importante la confianza, yo diría que fundamental en el oficio a que se quiera recurrir. En mi caso, me precio de contar con un grupo de oficios detrás de los cuales se hayan excelentes profesionales y a los que recurro siempre y que recomiendo cuando se tercia.
Un oficio fundamental (este sí, universitario) es el de médico de cabecera, pero no el del Seguro ni el de la Cía. médica, no, me refiero al médico-de-cabecera-amigo, al que le das la tabarra cada vez que te entra el hipo. En esa categoría entra mi querido Ricardo, anestesista de pro, corredor de fondo y amigo desde ya ni me acuerdo.
Sin salirme del tema médico, es fundamental contar con un farmacéutico de confianza, también puede valer un/a mancebo/a, aunque en este caso también es preferible que sus conocimientos sobre pócimas y remedios los haya adquirido en la Universidad. Si además de guapa y simpática, es una excelente repostera, ¡para qué más! Pues esa es Toñi, andaluza de Jaén y de la farmacia del barrio.
Volviendo a los oficios propiamente dichos, ¿quién no suspira por un mecánico de confianza para su coche? Uno de esos que te dice lo que le pasa, te lo arregla y además te cobra lo justo sin sacarte los cuartos como me pasó hace unos días que no tuve más remedio que llevar el coche al servicio técnico oficial y me soplaron 50 euros por una carga de liquido refrigerante. Ese mecánico al que le llevas el coche para le revisión y te queda dinero para comer el resto de la semana. Cuando encuentras a uno de estos, como me pasó a mi con Ernesto, de Talleres Hermanos Navarro, no lo pierdes hasta que se jubila. (Gracias Miguel, por presentármelo) En el tema de la moto, ando un poco renqueando, últimamente he encontrado uno que parece serio y competente, veremos como se desenvuelve a futuro.
Oficios para la casa hay muchos: fontanero, carpintero, electricista, pintor, limpiadora, montador de toldos, albañil... y más. Como ya presumía al principio, siempre intento solucionar los contratiempos caseros, aunque he de reconocer que para las cosas gordas, tiro de mi repertorio de amigos-con-diferentes-oficios, que me solventan todas las papeletas. Sin ánimo de ser exhaustivo, siempre cuento con Angel, maratoniano y fontanero, que se retuerce y contorsiona para llegar a lugares vedados para cualquier otro falto de su forma física y con Pepe, de Caribe Toldos, que nos conocimos cuando los dos teníamos todo el pelo negro, y ahí sigue con sus lonas y toldos.
Y hablando de pelo ¿quién no tiene su peluquero preferido? con el que hablar de fútbol, de toros, de política, de lo que se tercie. Pues ese es Antonio, al que conozco desde que un día me dio por cortarme el pelo a trasquilones y me dejé la cabeza hecha un Cristo -cosas de juventud- y el bueno de Antonio reparó el desaguisado de la mejor manera posible: pasándome la maquinilla al uno. A partir de ahí, decidí ponerme en sus manos. Hasta hoy. Hoy precisamente que he bajado para que me preparara para el otoño. ¡Hay que ver, cada vez le doy más trabajo! ¡Lo que le cuesta al hombre dejarme medianamente decente con los cuatro pelos que me quedan! Mi peluquero no es cualquiera, no, es de los pocos privilegiados que se encargan de subir y bajar a la Virgen de La Fuensanta cuando toca y me contaba que esta última Romería, le ha pillado con un cólico nefrítico de los gordos y con un ataque de gota para rematar y que, a pesar de todo, arrimó el hombro y subió a su Virgen hasta el Santuario sin un ¡Ay!, eso sí, con un chute de analgésico a medio camino para aguantar. Para que Antonio falte a su cita con la Virgen, le tienen que cortar una pierna. O las dos.
Y hablando de pelo ¿quién no tiene su peluquero preferido? con el que hablar de fútbol, de toros, de política, de lo que se tercie. Pues ese es Antonio, al que conozco desde que un día me dio por cortarme el pelo a trasquilones y me dejé la cabeza hecha un Cristo -cosas de juventud- y el bueno de Antonio reparó el desaguisado de la mejor manera posible: pasándome la maquinilla al uno. A partir de ahí, decidí ponerme en sus manos. Hasta hoy. Hoy precisamente que he bajado para que me preparara para el otoño. ¡Hay que ver, cada vez le doy más trabajo! ¡Lo que le cuesta al hombre dejarme medianamente decente con los cuatro pelos que me quedan! Mi peluquero no es cualquiera, no, es de los pocos privilegiados que se encargan de subir y bajar a la Virgen de La Fuensanta cuando toca y me contaba que esta última Romería, le ha pillado con un cólico nefrítico de los gordos y con un ataque de gota para rematar y que, a pesar de todo, arrimó el hombro y subió a su Virgen hasta el Santuario sin un ¡Ay!, eso sí, con un chute de analgésico a medio camino para aguantar. Para que Antonio falte a su cita con la Virgen, le tienen que cortar una pierna. O las dos.
La panoplia de carpinteros donde elegir es más amplia, pero de todos, me quedo con Paco, trabajador fino y cuidadoso donde los haya, a quién le das un plano de lo que has imaginado y te lo convierte en un vestidor, en un armario, o en lo que le pidas.
Un oficio al que le he sacado mucho rendimiento últimamente es al de herrero, y el mejor, sin duda, es Jose, en el Barrio de Progreso, (no confundir herrero con carpintero de aluminio, que no es lo mismo). El bueno de Jose le pega al hierro entre partido y partido de padel. Te hace lo que le pidas: desde una reja hasta una puerta, pasando por cualquier tipo de soporte o apaño que se te ocurra. Muy recomendable al ser un oficio del que quedan pocos y buenos profesionales.
Otro oficio con el que no me atrevo -de momento- es el de albañil, pero ¿para qué me hace falta si ya cuento con un maestro albañil, que además es buen amigo y excelente agricultor, que lo mismo te levanta una pared que te poda los frutales? Ese es Antonio, que con el rollo de que se ha jubilado, de vez en cuando se quiere escaquear, pero no importa, cuando lo necesito de verdad, no falla. Ahora estoy de probaturas con otro que apunta buenas maneras; aún no se si es ruso, ucraniano, moldavo o de por ahí, pero es buena persona, le llaman Jimmy -que por supuesto no es su nombre- y te entiende regular, pero todo se andará.
Crucial diría yo que es este oficio para una casa: el de asistenta o limpiadora. Encontrar a alguien responsable, eficiente y que se haga cargo de tu casa como si fuera la suya, es como echar a la lotería y que te toquen tres gordos seguidos. Sin exagerar. Por eso cuesta tanto encontrar una persona (humana) de estas características y que se conforme con lo que pretendes pagarle y además dure en el puesto más de seis meses sin flaquear en sus funciones. En este punto si que no puedo -ni quiero- ser cansino dado el elevado número de fámulas que han desfilado por aquí, aunque no puedo dejar de recordar a Carmen, la primera, estupenda y cuidadosa a más no poder, (todavía mantenemos una relación esporádica) Hadisha, del mismo Marruecos, un poco "frangolla" pero cariñosísima con las niñas en una época en que aquello era lo más importante. Se fue a Bélgica para casarse y mejorar -no se en que orden- y una vez que volvió para ver a las niñas, les trajo un enorme elefante azul de regalo. Una buena mujer. Por último Marga, autóctona, de aquí mismo, es la que más tiempo ha estado con nosotros. Un poco como el Guadiana, de vez en cuando se iba a "la oliva", pero cuando se ponía, dejaba la casa como los chorros del oro. Ahora no está, pero seguro que recalará por aquí de nuevo.
Aunque mucha gente sigue yendo a comprar a la Plaza de Abastos o al Mercado para llenar la despensa, yo reconozco que desde siempre y por operatividad me he decantado por las grandes o medianas superficies donde encuentras de todo y lo metes en un carro hasta el parking para llevarlo a casa. Cuestión de comodidad. Por la misma cuestión cuando en el portal de al lado abrieron "La Lumbre", con comida para llevar, vi el cielo abierto y me convertí en cliente asiduo de estas simpáticas señoras a las que el negocio parece irles bien, dado el importante volumen de personal que frecuenta el local. Alicia y compañía me vienen de perlas esos días que llegas tarde a mediodía y no tienes maldita la gana de ponerte a cocinar.
¿Y qué me dices cuando te preparan el asado, el arroz, las migas o lo que te apetezca y si quieres hasta te lo llevan a casa? Lo más. Pues eso ocurre con Mari del "Ahí me quedo" o con Raquel de "La Granja".
Abundando en esto del comer, no hay nada como tener una buena carnicería y una buena verdulería a tiro de piedra, y si a eso le añades una panadería y un chino permanente, ¡para qué quieres más! Mención especial a Miguel Angel y Encarna, dos hermanos de Corvera, que continúan con el negocio de su padre manteniendo una carnicería que siempre está hasta arriba de clientes. ¡Por algo será! Además, Miguel Angel es del Madrid y eso une mucho.
Rematando el tema alimenticio, dos panaderos: Benjamín y Juan Miguel, ambos de Archivel, con sus hornos tradicionales y un pan de los de siempre que no tiene nada que ver con el congelado y horneado que ahora encuentras en cualquier esquina y que a la media hora de comprarlo está más duro que un canto. Además, con una repostería típica de pecado, sobre todo en las fiestas: Toñas, tortas, mantecados, cordiales, bizcochos, rollos de todas clases... Me entra hambre nada más que de pensarlo. Y además, puedes llevar tu bandeja de asado para hacerlo en sus hornos. ¡Un lujazo!
Hay oficios de los que nunca pensé que echaría mano, como el de agricultor, pero amigo, cuando plantas cuatro frutales y una parra y no tienes ciencia infusa, necesitas recurrir a alguien del terreno para que te ilustre sobre el modo y manera de sacarle provecho a aquello: Cuando y como fumigar, cuando y como podar -todo un arte- ¿qué es eso de escardar los árboles?. Esto para las dudas, pero además, lo bueno de tener amigos agricultores, es que de repente te encuentras con una caja de patatas en la puerta de tu casa, o con otra de pimientos y tomates, o con un par de melones o sandías, o con lechugas o brecol, o con una bolsa de higos. En esto son especiales, Pardo -que ya no está- y que nos tenía absolutamente mal acostumbrados, el Pesqui, que es un libro abierto en materia agrícola, sabe de todo, frutas, hortalizas, verduras, lo que le eches y Sebastián, que era "chacho" de alguien y se quedó para nosotros con el "chacho" Sebastián.
En fin, me habré dejado muchos en el tintero, pero a estas alturas, ¿alguien duda de la importancia que los oficios tienen en nuestra vida y de lo mucho que nos la facilitan? Valga este pequeño resumen como homenaje a todos esos PROFESIONALES que nos hacen la vida mucho más fácil y que en su mayoría no saben donde cae Bolonia.
Para terminar, confieso que no tengo personal trainer, ni personal shoper, ni broker, ni asesor de imagen, ni nada de esas modernidades anglosajonas que están tan de moda, pero no las echo de menos (de momento)
Ilustraciones: Internet
Ilustraciones: Internet
Fantástico Fernando, y de abogados ¿qué?...jeje.
ResponderEliminarUn saludo...si necesitas algún certificado de eficiencia energética, algo relacionado con la arquitectura.......yo también soy muugüeno.!!
Lo tendré en cuenta y le daré difusión. Faltaría más.
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