Juan Guillamón |
Hay un municipio de la provincia de Albacete, Chinchilla de Montearagón, que desde lo alto de un cerro domina la vasta llanura manchega. Aunque comparte nombre con un roedor de compañía, la Chinchilla manchega proviene según algunos de Cincilia, vocablo celta que significa "ciudad de muros cortos", aunque también hay quien sostiene que el verdadero origen proviene del nombre de los reyes Chintila o Suintila, responsable uno de ellos de su repoblación. Coincidencias curiosas, solo eso. A pesar de su ilustre historia, Chinchilla se hizo
desgraciadamente famoso a raíz de uno de los peores accidentes ferroviarios ocurrido
en España hasta la fecha, el 3 de junio de 2003. Hace ahora 10 años.
Cuando en un avance de noticias, esa noche, pusieron en Tele5 las imágenes de la catástrofe tomadas en la
oscuridad solo iluminada por proyectores y luces de ambulancias, alcancé a ver a alguien conocido entre las sombras recortadas contra aquellas luces. ¡Si es mi Decano! En una camilla, consciente, con la cabeza semierguida,
pasó por delante de mí mientras se me encogía el estómago de la impresión.
Mientras daban la noticia
repitieron varias veces las imágenes y si había podido confundirme, las
repeticiones me despejaron cualquier duda. Era él. ¡Qué distinto resulta contemplar una tragedia parapetado al otro lado de la protectora pantalla del
televisor cuando no conoces a los afectados, a cuando les puedes poner nombre, apellido y relación contigo!
De su lucha personal por la
supervivencia y el acomodo a las circunstancias sobrevenidas, no puedo menos que
constatar el coraje y las ganas de vivir que le he conocido en la media y larga
distancia durante esta década, que para cualquier otro habría sido prodigiosa y
que él ha vivido de la única forma que sabe: intensamente.
De su reentré a la vida normal tras su convalecencia, recuerdo con cierto
pudor lo cercano que me sentí a él el día que nos encontramos en la calle y me
dio un abrazo pleno de energía, con aquel cuerpo enjuto y lleno de "recuerdos" del accidente que sentí a través de la camisa, como una prueba más de su dolorosa
vuelta al quehacer diario. Sus palabras, sencillas y emotivas, casi de recién
nacido, me emocionaron y me ganaron para siempre. Recuerdo aquel abrazo a menudo porque ocurrió debajo del pino donde a diario dejo la moto para ir al trabajo.
Yo creo que en esta segunda oportunidad
que por su coraje le ganó a la vida, ha conseguido un equilibrio casi perfecto
entre su vivo genio y su bondad. Era y es un personaje polémico, con grandes
defensores y también acérrimos detractores. No es capaz de pasar cerca de un
charco sin pisarlo, salpique para donde salpique aunque ello le haya acarreado
más de un sofoco. Ahora, quizá más que antes aún, tiene muy claras sus
prioridades y no se guarda nada para el día después.
No es fácil expresar el afecto
personal por alguien sin caer en la adulación fácil, y por ello, no dejaré que
esto se convierta en algo más que un recuerdo de algo que pasó hace diez años y
que me impresionó vivamente. Y ahora, con la perspectiva del tiempo, creo firmemente
que Dios sigue escribiendo nuestra existencia con retorcidos renglones para dar
ejemplo de vida. Y eso, Juan lo ha hecho con creces. Enhorabuena, amigo y feliz
cumpleaños.
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