sábado, 6 de marzo de 2021

A Pecho Descubierto

Esta noticia ha aparecido recientemente en la prensa regional, y la verdad, me he llevado un sobresalto importante, porque ¡yo estuve ahí! y sin mono ni mascarilla de seguridad. Además, era un imberbe de doce o trece años, todo lo más. He aquí un resumen de la noticia:

Técnicos ataviados con monos y mascarillas de alta seguridad de la empresa Typsa

La vieja fundición de Peñarroya, en Cartagena, quedará limpia en 2022

El Puerto acelera su derribo y los trabajos para determinar el grado de contaminación del suelo antes de eliminar los residuos peligrosos

Las máquinas, palas y camiones se mezclan estos días en los terrenos de la antigua fundición de plomo de Peñarroya con técnicos ataviados con monos y mascarillas de alta seguridad de la empresa Typsa, especializada en trabajos de mediciones de campo. Mientras unos cargan escombros para llevarlos a vertederos y empresas gestoras de residuos, los otros recogen muestras del terreno perdidos entre los montones de tierra que aún quedan diseminados por el solar. En poco menos de seis meses, y tras su paso por un laboratorio, los especialistas determinarán el grado de contaminación de la parcela, situada frente a la terminal de contenedores de Santa Lucía, y los componentes químicos de carácter peligroso que aún quedan en ella.

Pero es que a los pocos días, me encuentro de sopetón con una ampliación de la noticia anterior, y entonces lo que me llevo es un sobresalto radioactivo, así que tras empaparme de ella, me voy a los orígenes para determinar si puedo seguir con mi vida normal, o debo ir a que me inspeccionen, por si aún conservo en mi ser algún residuo que pueda atentar contra mi salud y la de los que me rodean. Resumen de la segunda noticia:

Residuos en los antiguos terrenos de Peñarroya, en Santa Lucía

El CSN insiste en aclarar el riesgo radiactivo en la fundición de Peñarroya

Recuerda a la Comunidad que es necesario estudiar el alcance de los residuos acumulados en varias parcelas de Santa Lucía, para proteger la salud

El Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) ha reiterado a la Comunidad Autónoma que en los terrenos de la antigua fundición de plomo, estaño y cobre de Peñarroya situados en el barrio cartagenero de Santa Lucía, «además del riesgo químico, podría existir un riesgo con potencial significación radiológica que debe ser investigado». Por ello, «es necesaria la caracterización radiológica de los mismos», con vistas a «determinar si existe riesgo radiológico» para la población y protegerla. El área abarca más de 200.000 metros cuadrados.

Con los recortes de ambas noticias, que para lo que quiero contar son más que ilustrativos, voy a hacer un poco de historia consultando fuentes de mi total confianza. 

A saber, pues resulta que la llamada Peñarroya realmente se llamaba SMMP (Société minière et métallurgique de Peñarroya) y fue una multinacional minera francesa que operó en España durante más de un siglo, hasta 1989.

Los franceses llegaron a Peñarroya, un pueblo de Córdoba, en busca de carbón para alimentar sus fundiciones de plomo, que era lo que aún se llevaba a finales del siglo XIX, ya que el petróleo como fuente de energía de momento era cosa de los americanos. Se cuenta que los franceses, muy suyos con sus cosas, tenían un perro "zahorí", como esos señores que buscan agua con un palito, pero en perro, con su olfato, y especializado en buscar carbón. Y el bueno del perro encontró un afloramiento del mineral en terrenos cercanos al pueblo, y allí que sentaron sus reales para extraer carbón.

Como hacía falta mano de obra "in situ", y todavía no había Metro, ni autobuses, pues construyeron un poblado para los mineros, al que con el tiempo llamaron el Pueblo Nuevo, y que con más tiempo aún y dada la proximidad con Peñarroya, juntaron los dos pueblos y los nombres en el actual Peñarroya-Pueblonuevo. Y en homenaje al perro carbonero, le añadieron del Terrible, pues así dieron en llamar al can, y peñarriblenses a sus pobladores.

Y mira tú por dónde, de Peñarroya-Pueblonuevo del Terrible es mi padre, protagonista, que no yo, de esta historia. Bueno, pues a partir de Peñarroya, los franceses vieron negocio en el sur de España y se expandieron por la zona: de Peñarroya (Córdoba), pasaron a Puertollano (Ciudad Real)La Carolina (Jaén), Cartagena-La Unión-Mazarrón (Murcia)... Donde fueron instalando sus fundiciones de plomo.

Fernando Márquez Horrillo. Abogado. Puertollano

Y fue en la SMMP, en Puertollano, donde se estrenó como abogado mi padre en 1956, nada más acabar la carrera de Derecho, y durante diez años se curtió entre mineros e ingenieros, como aperitivo de su siguiente destino en Cartagena, donde se estableció hasta que en 1989 ya como SMMPEcerraron porque el negocio no dio para más (la "E" de España, ya que con el tiempo había entrado capital español, reestructurándose la sección española de la sociedad) 

En Cartagena aterrizó en 1966, pero ya con familia incluida, nada menos que en el Gran Hotel, mientras le buscaban casa. Fue una semana, o quizá diez días, pero lo recuerdo como algo majestuoso; recién llegados de Puertollano y meternos en aquél hotelazo ¡una pasada! De lo que mejor me acuerdo es del suntuoso comedor con sus techos altos, las mesas de blancos manteles, inmaculadas y enormes servilletas, y cubertería que en mi imaginario era de plata. Claro que por entonces uno tenía 7 años, y los recuerdos se mezclan con las fantasías con gran facilidad.

Gran Hotel. Cartagena

En Cartagena, cuando llegó mi padre, la Sociedad ya tenía montado un buen tinglado desde principios del siglo XX, explotando las minas de La Unión, como antes lo habían hecho los cartagineses, los romanos, y todos los que por allí pasaron. Una vez tratado sobre el terreno, el mineral extraído de las cortas mineras acababa en la Fundición de Santa Lucía, en la zona portuaria de Cartagena, objeto del actual estudio para determinar los elementos contaminantes, tóxicos y hasta radioactivos que allí puedan quedar. 

El Regidor
Al principio le instalaron en un precioso palacete modernista llamado El Regidor, situado en el Paseo de Alfonso XIII, esquina con Angel Bruna, pero como su trabajo consistía fundamentalmente en la relación de la Sociedad con los mineros y los trabajadores, el periodo de 1970 a 1974, se lo pasó en las oficinas que había en la propia Fundición de Santa Lucía, donde el trato con los empleados era más cercano. Allí estaban las oficinas junto a las instalaciones, con el horno de fusión y toda la pesca, y durante el tiempo que estuvo allí, se movió por todo aquello como cualquier trabajador más. Luego regresó a El Regidor, dónde ocupó un precioso y luminoso despacho, en el que yo tuve la suerte de aprender de él mientras acababa la carrera. 

Chimenea
En aquel horno, que se calentaba como el infierno, se trataba el material procedente de las zonas mineras para obtener el plomo, 60.000 toneladas al año, que era el principal objetivo de la empresa, amén de plata, antimonio y algún que otro metal más. Ni que decir tiene que Peñarroya cumplía escrupulosamente con toda la normativa existente en el sector, de la Delegación de Industria, de la Jefatura de Minas, y de toda la que fuera aplicable, sometiéndose a cuantas inspecciones tenían a bien realizar los técnicos competentes en sus instalaciones, tanto en la zona minera, como en la fundición. Un ejemplo de ello fue, en cumplimiento del Plan de Saneamiento Atmosférico, la erección en los años 70 de una chimenea de 100 metros de altura sobre el Cabezo de San Pedro para sustituir a la existente de tan solo 20, y cuyo objeto era dispersar a mayor altura (250 metros) los humos procedentes de la combustión del mineral, de manera que disminuyera la contaminación producida por las emisiones.

Fundición de Santa Lucía
Hasta aquí y a trazos muy gruesos, la historia. Pero no quiero dejar de contar, al menos, dos anécdotas de aquella etapa cartagenera. La primera enlaza con el comienzo de esta disertación: ¡yo estuve ahí! Era mi época colegial en Los Maristas y por mediación del Abogado, mi clase giró una visita a la fundición, dónde nos enseñaron todas las instalaciones, incluido el infernal horno de fusión. Y allí nos obsequiaron con unas pequeñas piezas irregulares y brillantes, que rápidamente denominamos "pepitas", porque eran de plata y procedían de las rebabas de la fundición de la plata y su conversión en lingotes. Durante mucho tiempo conservé mis "pepitas" como un tesoro. No se si allí pillaríamos algo tóxico o radioactivo, pero para unos niños que jugábamos con el mercurio de los termómetros cuando se rompían, es harto improbable.

Y la segunda: en 1970 la Sociedad cerró sus instalaciones en Peñarroya-Pueblonuevo, y en vez de ponerlos en la calle, reubicó a 53 de sus mineros en Cartagena, alojándolos entre Cartagena y La Unión. Aquella solución era provisional, y el Abogado, que trataba con el personal -con quien negociaba tres convenios colectivos al año-, se enteró de que el ministro del ramo había dicho que disponían de 10.000 millones de pesetas para construir viviendas para obreros, y ni corto ni perezoso, con una delegación de mineros se presentó en el Ministerio de Industria para pedir lo suyo. Por supuesto que no los recibió el ministro, pero además, el funcionario con el que se entrevistaron sumió su gozo en un pozo. De dinero nada de nada, ni un duro, pero no porque no se lo quisieran dar, sino porque no existía la partida y la noticia no era más que un cuento chino del ministro. 

Acto de Hermanamiento La Unión-Peñarroya Pueblonuevo
en la Barriada Peñarroya

No cejó en el empeño, consiguió 9 millones de pesetas, echó mano de dos amigos, uno arquitecto y otro aparejador, y contando también con el del Ayuntamiento de La Unión, se embarcaron en la construcción de 53 viviendas donde alojar a aquellos obreros cordobeses llegados de Peñarroya. Pasado el tiempo, el 27 de octubre de 2018 se llevó a cabo un acto de Hermanamiento entre dos ciudades mineras, La Unión y Peñarroya-Pueblonuevo, que comparten además de la minería, la patrona, Ntra. Sra. del Rosario, sus fiestas en honor a Sta. Bárbara, el flamenco... y un puñado de familias que encontraron su segundo hogar en la Barriada Peñarroya.

Díptico informativo del Acto de Hermanamiento 

La construcción de la Barriada Peñarroya en La Unión, por el empeño y la determinación que puso en conseguirlo, junto con al cariño de todos los trabajadores que compartieron aquella etapa laboral con él, fue, para mi, el mejor legado de mi padre. Y si después de cuatro largos años en la fundición, más las constantes visitas a las instalaciones de la empresa el resto de su etapa en Cartagena, siempre de traje y corbata, sin mono ni mascarilla de seguridad, ni con un contador Geiger en el bolsillo, ha llegado a los 90 años con una vitalidad y memoria prodigiosas, que estén tranquilos los cartageneros, que no quedará mucha contaminación ni radioactividad en los terrenos de la antigua fundición. O eso, o mi padre es Supermán. Que también. Y peñarriblense.

PD. Las noticias aludidas son de La Verdad y el resto de fotografías recopiladas en internet. Menos una.

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